La meditación es, sin duda, una de las actividades que más me han aportado en el campo de lo personal. Con el tiempo me enseñó a ser más calmado, a ver las cosas que me ocurren desde otro prisma: el de la compasión.
Meditar no es rezar, no es sentarse a adorar la figura de un buda, ni intentar visualizar las energías cósmicas que podrían emanar del universo: meditar es sentarse a mirarse a uno mismo.